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Una vida discreta y generosa

Logroño, 1 de junio de 2011

Una vida discreta y generosa

Luis Pozo Herrero

El pasado 26 de mayo falleció Luis Pozo Herrero. Lo hizo, como todo en su vida. Sin llamar la atención, discretamente. Fue tras una breve estancia en la Clínica Los Manzanos, donde fue tratado inmejorablemente de una insuficiencia cardíaca, a la que no pudo vencer. Nació hace ya muchos años, en los tiempos de una España que pronto se iba a convulsionar por la Guerra Civil. Fue entonces, cuando su padre Bernardo, mi abuelo, falleció también de forma repentina. De ello dieron cuenta los diarios de la época.

Así que le toco vivir una infancia sin la figura paterna, que fue suplida por una valerosa madre que quedó viuda con 4 niños para sacar adelante. Mi abuela Filomena. Mi tío Luis creció a la sombra de un estanco en Marqués de Vallejo, que fue el sustento de la familia hasta que ellos mismos se pudieron ganar la vida. Trabajó toda la vida en el Ministerio de Información y Turismo. Por eso, cuando yo era pequeña, tenía el privilegio de disfrutar de las carrozas de san Mateo en un lugar especial, y con un cajón de serpentinas para lanzar. También teníamos entradas para Gorgorito y el circo.

Las ferias de turismo eran habituales para él. Y con otros compañeros, promocionaban nuestra región de forma impecable. Le gustaban los toros, por eso estuvo abonado siempre en el mismo sitio para San Mateo. La pasada fue su última feria.

Le gustaba el fútbol, pero le gustaba el Club Deportivo Logroñés, del que fue socio desde tiempos remotos hasta que desapareció la entidad. Pero sin duda, lo que más le ha gustado a mi tío Luis, ha sido el Ebro. Era su segunda casa. O la primera, por las horas que ha pasado allí. Era un personaje fijo en sus riberas, especialmente, en el Rincón de Julio, donde tenía su rincón particular. Allí pasaba las mañanas leyendo su periódico, y haciendo crucigramas y sudokus, cuando estos aparecieron en su vida.

Era una persona metódica, y ordenada. Nunca hacía nada fuera de la norma. Nunca jamás cruzó un semáforo en rojo. Jamás. Nadie doblaba las hojas de los periódicos con la perfección que él lo hacía. Y creo que no conozco a nadie con esa seguridad para defender lo indefendible. Era una persona fiel a sus ideas, que vivió tranquilamente, sin grandes hazañas, pero sabiendo disfrutar de los buenos momentos que la vida familiar le proporcionaba. Tremendamente generoso con los pequeños de la familia a los que ha visto crecer y con los que pasó momentos fundamentales.

Mi tío Luis, siempre estará en nuestro recuerdo. Descansa ya junto a su hermano José Antonio, mi padre, en la gloria de Dios.